Cuando se trabaja con condiciones neurológicas es esencial tener una idea clara de lo que le sucede al cliente, dentro de su mente.
En mi opinion, los terapeutas no siempre son plenamente conscientes de lo que significa ser autista. Es extremadamente importante comprender las razones de ciertos comportamientos, como el llamado “stimming” (comportamientos autoestimulatorios o movimientos estereotipados), para poder interpretar ciertas necesidades que la persona podría no conseguir expresar claramente.
Una persona autista nunca entenderá por qué el terapeuta primero trata de que se relaje con la música y luego, por ejemplo, le pide repetidamente que lo mire a los ojos, lo que a menudo causa ansiedad. No es necesario forzar la socialización. La idea de un “déficit en el área social” como algo que debe resolverse a toda costa, puede convertirse en una verdadera pesadilla para muchos de nosotros. Depende del terapeuta entender cuándo y cómo el cliente quiere y puede interactuar con los demás.
Siempre hay que preguntarse por qué los autistas hacemos lo que hacemos.
Nunca se pueden subestimar todos esos sutiles signos de angustia. Un niño que aletea sus manos frente a los ojos es probable que tanga problemas con unas luces que podría percibir como demasiado brillantes. Porque tenemos algunos problemas de sensibilidad sensorial y algunos tipos de luces son como agujas en los ojos. Un niño que se tapa los oidos con las manos cada vez que alguien toca notas muy agudas o usa una flauta, tal vez necesite bloquear ciertas frecuencias o sonidos específicos que no puede soportar. A veces incluso los olores son un problema, así que siempre hay que prestar atención al perfume que nos ponemos…
Hay tantas cosas que la gente ni siquiera se imagina sobre el autismo. Con demasiada frecuencia estas cosas se ven como rarezas, a veces como algo que debe corregirse. Pero la realidad es que la gran mayoría de nuestros comportamientos, incluso si tu no lo sabes, está ahí porque es parte de lo que somos, porque lo necesitamos.
Nunca tomes nada por sentado. No estamos rotos: solo somos diferentes.